sábado, 4 de enero de 2014

Ascensión al Pico Collarada

LA CÚSPIDE DE LA JACETANIA
 
En esta panorámica se observa a la izquierda el pico Collarada (2.886 m.) con su hermana menor Collaradeta (2.729 m.) a la derecha. Ambas cumbres se pueden ascender en una misma jornada y son visibles desde muchos puntos de la Jacetania.

El macizo del pico  Collarada forma parte de la unidad pirenaica denominada como Sierras Interiores. Esta alineación, de relieve vigoroso y destacado, está constituida por calizas y areniscas formadas hace entre 100 y 50 millones de años (Cretácico superior, Paleoceno y parte del Eoceno), cuando el espacio en que ahora están los Pirineos estaba ocupado por cuencas marinas asociadas al antiguo mar de Thetys. Es por esta razón por la que abundan los fósiles marinos en estas rocas que asoman a los 3.000 m. de altitud.

Las distintas tonalidades de las rocas permiten distinguir las principales unidades estratigráficas del lugar. Así en resumen:
1- Los tonos ocres corresponden a areniscas y calizas arenosas del Cretácico Superior.
2- Los tonos gris claro corresponden a calizas y dolomías del Paleoceno.

Hay que considerar también la poderosa deformación de estas rocas durante la orogenia alpina que plegó la actual cordillera, especialmente patente en los numerosos cabalgamientos que a modo de apilamientos sucesivos de estratos han generado estas destacadas elevaciones.  

La ruta de ascenso al techo jacetano parte del refugio de la Espata, a 1.700 m. de altitud, a la que se llega mediante una pista que parte de la población de Villanúa y lleva al vecino refugio de la Trapa. 

 
La pista asciende por la ladera Sur de Collarada, que en su piso montano es ocupado por un Pinar de pino royo (Pinus sylvestris). En la ladera opuesta (de orientación Norte) las condiciones más húmedas de la umbría permiten que se instale el abetal de la Selva de Villanúa, en cuya base se encuentra la fuente del Paco. 

El refugio de la Espata se sitúa cerca de la transición entre los pisos montano y subalpino del Pirineo, en la cual se produce un recambio de árboles montanos como hayas, abetos y pino royo  por el árbol subalpino por excelencia que el pino negro.

El gamón (Asphodelus albus) es abundante en terrenos nitrogenados cercanos a majadas y también en claros de bosque sometidos a incendios frecuentes. A principios de agosto, las flores blancas reunidas en racimos se han convertido en frutos de tipo cápsula.
 
 
Desde las alturas se pueden observar los prados supraforestales de la Espata. Son estivas (lugares en donde el ganado pasa el verano) que han sido ganados desde tiempos ancestrales a los bosques montanos y subalpinos mediante incendios. El progresivo abandono de las prácticas ganaderas extensivas permite la recuperación de la masa forestal. Llama también la atención el contraste de los agrestes relieves de las sierras interiores con los perfiles alomados de las sierras de Bacún (2.191 m.) apreciables en la fotografía. Estas montañas están formados por el flysch, unas turbiditas de fácil erosión que explican su suave morfología.
  
 
A 1.900 m. de altura encontramos ejemplares de pino negro (Pinus uncinata) que, junto con el enebro rastrero (Juniperus communis) visible en el primer plano de la fotografía, forma parte de la asociación típica del bosque subalpino en terrenos calcáreos.
 
Al pie de los numerosos escarpes que se forman en las calizas, los suelos son bastante pedregosos y abundan los canchales. Numerosas plantas colonizan éstos; valga como ejemplo esta jarilla (Helianthenum nummularium), cuyas flores suelen tener pétalos de color rosa, aunque también pueden ser amarillas y naranjas, y que tienen un penacho de numerosos estambres en el centro.
 
En las praderas alpinas situadas por encima de la orla forestal, es frecuente encontrar la flor de nieve o edelweis (Leontopodium alpinum). En sus pétalos y también en sus hojas apreciamos una pilosidad que tiene como función reflejar la intensa radiación del sol estival y evitar la fotooxidación (una saturación de la fotosíntesis debido a un exceso de luminosidad).
 
 
Desde la cumbre del pico Collaradeta se tiene una buena perspectiva del Collarada y de todas la gleras (canchales) que se forman al pie de los escarpes, señal de un periglaciarismo bastante activo. La cobertura vegetal ya no es contínua, y los prados del piso alpino ya van dando paso al mundo mineral predominante, aunque con vegetación en refugios resguardados, propios del piso subnival pirenaico. También se aprecia el contraste cromático tan característico de las Sierras Interiores entre los grises de las calizas y dolomías paleocenas y los ocres de las areniscas cretácicas.

En las alturas, es fácil toparse con un rebaño de sarrios (Rupicapra pirenaica) desplazándose con gran agilidad por fuertes pendientes y gleras inestables. Durante el verano habita en las alturas pirenaicas buscando vegetación fresca entre las rocas y huyendo también del excesivo calor hacia zonas de sombra.

A casi 3.000 m. de altura y bajo un dominio rocoso, es posible encontrar vida vegetal que aprovecha el cortísimo verano (apenas los meses de julio y agosto) para desarrollar su ciclo reproductivo. Valgan como ejemplo las siguientes fotografías de plantas obtenidas en la misma cumbre del pico Collarada.
 
 
 Arenaria moehringioides
 
Saxifraga moschata 
 
 
 Galium pyrenaicum

 Potenlilla nivalis
 
Panorámica desde la cumbre de Collarada (2.886 m.) hacia el Este:
 
 
Las grandes cumbre pirenaicas se muestran cuando la vista se dirige hacia levante. Las numerosas crestas, los picos de forma más o menos piramidal, las cubetas semicirculares ocupadas por ibones (como el Ibón de de Ip) muestran la patente huella de los glaciares cuaternarios.

 
Dos agrestes cumbres asoman al norte de este extenso panorama: son el Midi d'Ossau (2.885 m.) al fondo y el pico de Anayet (2.575 m.) en el plano anterior. Ambos tienen en común el estar formadas por una roca volcánica de tonalidad verdosa: la andesita. Constituyen los restos de grandes volcanes que existían en la zona durante el Pérmico (hace unos 250 millones de años), una época en que se produjo una distensión de la corteza terrestre una vez plegados los Pirineos por primera vez en la orogenia herciniana. 
 

 
Hacia el Sur se divisa la Canal de Berdún (1) y la sierra de San Juan de la Peña (2), ambos pertenecientes a la depresión media, la sierra prepirenaica de Santo Domingo (3), la Depresión del Ebro (4) y cerrando el paisaje, el Moncayo (5).
 
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Cae la tarde y sobre una pequeña charca generada por la fusión de un nevero estival, se reflejan los perfiles del pico Collaradeta. En poco tiempo se hará de noche y el silencio se apoderará del lugar.
 
 

miércoles, 1 de mayo de 2013

EL CONGOSTO DE OLVENA

EL RÍO ÉSERA ATRAVIESA LAS SIERRAS EXTERIORES
Actualmente la vía de entrada a las localidades y valles ribagorzanos desde el Somontano se hace a través de un paraje natural tan destacable como es el congosto de Olvena. No siempre ha sido así, pues la entalladura labrada por el río Ésera al atravesar las Sierras Exteriores pirenaicas (representadas aquí por la sierra de la Carrodilla) ha sido durante siglos un lugar casi inaccesible a causa de su estrechez y de las abruptas paredes, hasta el punto de que la primera carretera que lo recorría en su integridad no vió la luz hasta la construcción de las obras hidráulicas del principio del el siglo XX.  
 
 
La configuración actual de este paraje es el resultado de una historia geológica que se resume en tres eventos:
  • Formación de los materiales que constituyen los macizos: durante el cretácico superior y el eoceno, en un ambiente marino somero, se produce el depósito de calizas arrecifales (con corales y foraminíferos). 
  • Plegamiento de esos materiales: a partir del oligoceno se produce la emersión de la zona gracias a las fuerzas compresivas que originan la cadena alpina de los Pirineos, por lo que se deforman las calizas cretácicas y eocenas.
  • Modelado posterior por la  erosión de tipo fluvio – torrencial que empieza a sufrir la cordillera recién formada.
Estos tres eventos se vuelven a producir de forma solapada, aunque con desfase:
  • La erosión fluvio-torrencial mencionada anteriormente genera una serie de deltas fluviales, cuya litificación originará las molasas (areniscas y conglomerados) que se pueden apreciar en la margen derecha del congosto.
  • Los conglomerados y areniscas del mioceno se deforman, puesto que la orogenia alpina sigue produciéndose con posterioridad a la emersión de la cadena.
  • El modelado fluvial continúa hasta nuestros tiempos, configurando la morfología actual del congosto. 

La erosión fluvial del Ésera sobre rocas competentes (resistentes a la erosión) produce un encajamiento de aquel sobre las calizas (izquierda de la foto) y conglomerados (derecha). La dirección del congosto se realiza a favor de líneas de fractura previas o también por la sobreimposición de cauces anteriores.
 
 
 
En la margen derecha podemos observar la discordancia entre calizas y conglomerados. Se trata de la frontera entre materiales de distinta antiguedad con un episodio erosivo entre la sedimentación de uno y otro . Un ojo entrenado puede apreciar más estructuras fosilizadas, como se aprecia en la foto, y así poder deducir los procesos geológicos pasados.
 
 
 
Las calizas cretácicas  se encuentran intensamente plegadas (con buzamiento prácticamente vertical), puesto que han sufrido los esfuerzos tectónicos de la orogenia alpina, a diferencia de los conglomerados miocénicos (más modernos y mucho menos deformados, casi horizontales). La deformación de las calizas ha llegado a fracturarlas, formándose una falla.

 
 El modelado del relieve, así como la flora y la fauna se ven muy influenciados por el clima presente en la región del congosto, de tipo mediterráneo continentalizado. Éste tiene como características en cuanto a las precipitaciones, la existencia de una sequía estival y máximos primaverales y otoñales. La continentalidad se expresa en grandes oscilaciones térmicas estacionales e incluso diurnas en invierno (heladas nocturnas y día templados).
 
No obstante, en los fondos de los congostos existe un microclima benigno caracterizado por una mayor humedad (están cerca del río y reciben menor insolación en verano) y la presencia de abrigos bien orientados al sur y protegidos de los vientos dominantes  y la inversión térmica invernal. El rusco (Ruscus aculeatus) es una especie termófila que se aprovecha de ese microclima, al igual que la oreja de oso (Ramonda myconi). En el fondo del congosto también hay especies que requieren cierta humedad como el arce (Acer campestre) o el  quejigo (Quercus humilis junto con aligustre, coscoja, enebros, carrasca, romero, boj, aliagas, etc.

 

    La sabina (Juiperus phoenicea) es una planta rupícola, adaptada a la sequedad y los escasos suelos de los cantiles rocosos del congosto, acompañada de alguna carrasca (Quercus ilex) en aquellas repisas con mayor desarrollo edáfico .
     
     
     
     
     
     
La corona de rey (Saxifraga longifolia) coloniza las paredes del congosto. Su roseta de hojas alargadas emite al cabo de varios años un espectacular inflorescencia. Tras la polinización y la correspondiente fructificación, la planta se seca y muere, y la rodadura de la roseta, junto con el viento, produce la dispersión de las semillas.
 
 
 
 
 
 
 
Numerosos buitres leonados (Gyps fulvus) procedentes de acantilados cercanos suelen sobrevolar el congosto en búsqueda de su alimento.
 
 
 
 
 
 
Entre las intervencione humanas, destacaremos las siguientes construcciones:
 

 

El canal de Aragón y Cataluña, que lleva el agua del embalse de Barasona hacia las comarcas de la Litera, Bajo Cinca y las Nogueras.
 

La ermita de San Román de Castro, situada sobre un alto calcáreo y al borde de una falla inversa que hace que destaque mucho su relieve y se convierta en un espléndido mirador del Pirineo y de parte del congosto.

 
 
  1. Es de destacar el magnífico coro elevado (siglos XIII y XIV)  de la ermita, con su forjado de madera policromada.
 
 
 
 
 
 
 

El mejor mirador del congosto se encuentra en el cementerio de la población que le da nombre: Olvena. Podemos apreciar desde las alturas la fisionomía y el conjunto de formas de tan singular lugar del prepirineo.
 
 
 

miércoles, 27 de marzo de 2013

EL MONT ROIG Y LOS ESTANYS DE LA GALLINA

UN ESPECTRO EN LA NIEBLA

              Después de pasar la brevísima noche de finales de junio en el refugio del Mont Roig, en la cabecera del valle de Cardós, ya antes del amanecer salía del refugio para poder observar y fotografiar el macizo del Mont Roig (desde el vecino Pic del Ventolau (2843 m.). No obstante, justo antes de alcanzar la cumbre, unas nieblas velaron el cielo despejado imperante hasta el momento, arruinándome el objetivo de la excursión. Pero como no hay mal que por bien no venga, este hecho me dio la oportunidad de poder observar un espectacular fenómeno, visible sobre todo en la montaña, que es el espectro de Brocken.


Este fenómeno óptico se visualiza cuando el observador se sitúa de espaldas al sol en una zona elevada que está despejada (por ejemplo, la cima de una montaña o un collado) y con la niebla en el fondo del valle. Su sombra se proyecta sobre la niebla, aparece magnificada y rodeada de una aureola o gloria, con sus anillos de luz de colores. El término procede de los avistamientos que frecuentemente realizaban los montañeros en las montañas del Harz en Brocken (Alemania).

La falta de referencias visuales genera la ilusión óptica de que la sombra proyectada se perciba como más grande. La gloria aparece por la dispersión de la luz al atravesar las pequeñas gotitas de agua presentes en la niebla, cuyo tamaño determina, de forma inversamente proporcional, el radio del halo.


El macizo del Mont-roig (2.847 m.) está formado por una masa no muy diferenciada de rocas muy antiguas del Cámbrico y Ordovícico. Se trata de una sucesión de areniscas y lutitas depositadas en el antiguo mar paleozoico y sometidas a dos orogenias (hercínica y alpina) por lo que se encuentran normalmente metamorfizadas en cuarcitas y pizarras respectivamente, a menudo teñidos de los colores rojizos que dan nombre a la montaña. Estos materiales forman el zócalo herciniano que, durante la orogenia alpina, se fracturó y se apiló sobre sí misma en extensas láminas cabalgantes. El más antiguo es el manto de las Nogueras y a su base, el domo de la Pallaresa, pertenece el Mont Roig.

El Mont Roig y los Estanys de la Gallina

             Una vez disipada la niebla, desde el Ventolau se pueden identificar las formas labradas por los glaciares pleistocénicos. En el Circo de la Gallina se encuentran 8 cubetas de sobreexcavación glaciar escalonadas, cubiertas por sus lagos o estanys respectivos (situados entre los 2.190 y 2.500 m. de altitud). En la vertiente opuesta se encuentran los tres estanys de Ventolau, correspondientes a la cabecera del valle de Unarre y dentro de un complejo lacustre mayor.
 
              También es destacable el pulimento glaciar sobre las duras cuarcitas rojizas presente en muchos puntos en la Roia de Mollàs, el valle por el cual discurre el torrente que nace en el circo de la Gallina. Sobre las rocas pulidas se dibujan las estrías glaciares labradas por las angulosas rocas arrastradas por el hielo.
  
La Roia de Mollàs desemboca en el valle de Tavascán, en donde se encuentran los caseríos (bordes) de Noarre, Quanca y Graus. Sobre los suelos ácidos de este valle (procedentes de las rocas silíceas del subsuelo) y bajo unas condiciones climáticas húmedas pero con patentes rasgos de continentalidad (caracterizado por máximos pluviales en verano, a causa de las precipitaciones tormentosas), se desarrolla en el piso montano, un bosque caducifolio en que predomina el abedul (Betula pendula), junto con trémol (Populus tremula), fresno (Fraxinus excelsior), roble (Quercus petraea) y avellano (Corylus avellana).
 
Abedular en Quanca
Más allá de los 1.700 m. de altitud, entrando en el piso subalpino, se va pasando gradualmente a un bosque de pino negro (Pinus uncinata) con algún serbal de cazadores (Sorbus aucuparia), junto con el sotobosque silíceo de rododendro (Rhododendron ferrugineum) y arándano (Vaccinum myrtillus).
 
Rododendro y Caltha palustris en la Pleta del  Fangassal

Sobre las rocas encontramos la siempreviva de montaña (Sempervivum montanun), una crasulácea propia de sustratos silícceos.

 Un ejemplar de Gentiana alpina presente en la misma meseta cimera del Mont-Roig, a más de 2.800 m. de altitud. Es de destacar el gran tamaño relativo de la flor con respecto al resto de la planta, lo que da idea de lo importante que es la atracción de los insectos polinizadores para las plantas que viven a gran altitud, debido a que el periodo vegetativo de éstas es muy corto.
 

 
 

miércoles, 20 de marzo de 2013

AIGUALLUTS

EL MISTERIO DE LAS AGUAS QUE DESPARECEN

           Escondido en el último rincón del valle de Benasque, al pie del punto culminante del Pirineo, se encuentra el paraje de Aigualluts. Esta palabra resulta de la unión de los vocablos aigua (corriente de agua) y lutu (sima, lugar hondo u oscuro), por lo que etimológicamente vendría a significar “el río de la sima”. Es evidente la fidelidad del topónimo, pues en este lugar se encuentra el Forau de Aigualluts, uno de los lugares más singulares de la cordillera desde el punto de vista geológico.

           Este topónimo da nombre a cuatro entidades geográficas presentes en el lugar:
1- El Pico de Aigualluts, de morfología claramente piramidal, lo que delata su origen glaciar.

2- El Plan de Aigualluts: un extenso llano (plan) cuyo origen está en un antiguo ibón que ha sido colmatado por los sedimentos arrastrados por los torrentes de Barrancs y de la Escaleta.
3- La Cascada de Aigualluts, en donde las aguas que serpentean por el plan se precipitan hacia el forau a través de un resalte rocoso.
 
4- El Forau de Aigualluts, un sumidero de 80 m de diámetro y 30 m de profundidad, por el que las aguas del torrente de Aigualluts se infiltran en el subsuelo para reaparecer en el vecino valle de Arán. De este modo, aguas que irían a nutrir al río Ésera y después al Ebro para desembocar en el Mediterráneo, pasan al río Garona, que desagua en el Atlántico. Este trasvase natural es la razón de la singularidad especial de este fenómeno geológico.
           El forau (o agujero) es una torca generada por el hundimiento del techo de una caverna excavada en las calizas devónico – carboníferas, que están en contacto con los granitos del batolito de la Maladeta (al cual pertenece el pico de Aiguallut). Por el fondo arenoso de la dolina es por donde las aguas se introducen por varios sumideros para realizar un recorrido subterráneo de 4 km, con un desnivel de 670 m, siguiendo el sistema kárstico labrado en las calizas mencionadas anteriormente, hasta su afloramiento en las Ueths deth Joeu, en el paraje aranés de la Artiga de Lin.
 
 
 
 
 
El agua entra en el forau de Aigualluts …
 
 


 


 
 
 
 
 
 
 
 
 
…y sale por las Ueths deth Joeu.
 
 
 

            El forau, la cascada y el plan son accesibles a pie en un agradable paseo de tres cuartos de hora desde el aparcamiento de la Besurta a través del bosque subalpino de pino negro (Pinus uncinata), que presenta un sotobosque de  rododendro y arándano en suelos silíceos (procedentes del granito de la Maladeta), y de enebro rastrero en suelos calizos. También se puede apreciar algún abedul o serbal de cazadores aislado.

            Conforme se asciende por el bosque, hogar del urogallo y del pito real (un pájaro carpintero), éste se va aclarando paulatinamente, y es en esos claros donde en la primavera del piso subalpino (mayo y junio) podemos regodearnos en una explosión multicolor de flores de montaña como las siguientes:
Dactylorhiza sambucina, una orquídea que presenta flores de dos colores: amarillo pálido y púrpura.

El diente de perro (Erythronium dens canis), muy abundante en el plan de Aigualluts justo en el momento del deshielo.

El nomeolvides (Myosotis alpestris), cuyas flores recuerdan a las orejas (otos, otis) de un ratón (myos).

Una violeta (Viola saxatilis), de flores tricolores: amarilla, blanca y violeta.
 
  Pero es en invierno cuando mejor podemos observar en silencio la grandiosidad del paisaje de lugar.